DIAGNOSTICO DE UN ARTE DEGRADADO
A.C: B ∴
Cálmate y recuerda…
Trabaja en el silencio
Recuerda…
Las maravillas de la naturaleza son el trazo de la maravilla de la divinidad
Recuerda…
Las ideas y razones eternas de las cosas, por las cuales sabemos cómo deben ser, han de verse en las cosas que están hechas
Recuerda…
El discernimiento es indispensable
Vuelve al silencio
Vuelve a ti
El hombre posmoderno considera a casi cualquier cosa que se encuentre dentro de un recinto ya sea museo, feria o galería como una obra de arte.
Esta “cosa” para poder excitar aún más, la ciega visión de este hombre, debe tener como características la provocación, la innovación o una estética exacerbada, y así deleitar los estómagos hambrientos de lo que está en auge. Esta cotidiana prostitución y decadencia en el arte, no solo ha dañado al arte mismo, sino a la propia civilización. Pues el arte es un medio hacia una conexión superior, que eleva al humano y le recuerda su carácter divino.
¿Pero cómo hemos llegado a tales estados de decadencia?
¿En dónde algo que en otro tiempo era impensable o claramente catalogado de locura, es el común denominador que rige mayoritariamente las instituciones artísticas a nivel mundial?
ÓPTICA TRADICIONAL
Para poder tener un acercamiento más exacto al punto en el cual nos encontramos actualmente, considero que se debe optar por tratar de generar un diagnóstico mediante la óptica del tradicionalismo y sobre todo del tradicionalismo perennialista. Pero antes, deberemos aclarar que es lo que se entiende por tradicionalismo, ya que es una palabra que puede dar erróneas interpretaciones.
El tradicionalismo no es una mera afirmación del folclore y las costumbres populares, nada tiene que ver con estas temáticas, sino que nos referimos a tradicionalismo como esa única fuerza que puede hacerle frente al posmodernismo.
El tradicionalismo es el pensamiento más reaccionario frente a esta posmodernidad. Reacciona ya que la considera como el máximo exponente de la destrucción espiritual y del olvido de lo sagrado y supremo que hay en el humano. Banalizando, mezclado, cortando, despojando y reduciendo a este nuevo humano, a una arcilla moldeable, inferior y carente de sentido. Cuando este individuo pierde la brújula que marca el camino supremo, lo pierde todo y se aboca a situaciones sin sentido, inmanentes. Lo que hace de su existencia un vivir en el pesar. Para poder llenar ese inmenso hueco, devora compulsivamente cualquier placer que sirva de sedante momentáneo, y es justo esta palabra “momentáneo” la gran piedra angular del individuo actual.
Cabe aclarar que el tradicionalismo no se opone al progreso, ni al desarrollo técnico o científico de los tiempos posmodernos, sino a la decadencia espiritual que se ha dado, al no poder generar una ataraxia entre uno y otro. También por sepultar los símbolos profundos de los caminos espirituales y sobre ellos erguir cimientos de banalidad.
Este posmodernismo ha durado largo tiempo, pero actualmente se encuentra en un momento de especial consumación, transformando su amorfo ropaje en una masa global de “deconstrucción”.
¿Pero por qué tenerle tanta cautela a este tal posmodernismo, si nos ha dado tanto progreso?
Como mencionamos anteriormente no es lo que nos da, sino lo que nos quita el problema. Es una entidad que toma una imagen benévola y atractiva, pero es a su vez la peor enfermedad. La cual se filtra en todo aspecto de la vida cotidiana del hombre y es el único responsable del gran caos mental actual.
Esta visión posmoderna la podemos encontrar en la política, medicina, arquitectura, psicología, en el arte y en todo aspecto de la vida.
Podemos divisar en este posmodernismo un claro comportamiento luciferino, para un mejor entendimiento de lo que mencionamos, citaremos la consigna tradicional cristiana del evangelio: “La verdad los hará libres”.
Existe un principio superior y eterno en el cual todo individuo debe lograr construir un estadio supra individual, el cual lo orientará hacia esa verdad única y eterna. Este camino hará que este individuo viva en libertad y no en carencia, o como dice la tradición Budista, en estado de duhkha.
El autoconocimiento será la gran joya para poder encontrar la verdad y la libertad, construyendo una relación armónica y virtuosa con sí mismo y el entorno. Oponiéndose a esta idea y con su clara esencia diabólica “divisoria”, el posmodernismo eleva orgulloso su principal lema, “La libertad los hará verdaderos”.
Se considera que los hará verdaderos una libertad única, autofundamentada y autosostenida, sin rendir cuantas a ningún carácter eterno, separándose del centro, separándose de toda verdad. En un pecado original de soberbia total, da la espalda a toda fuerza divina para crear su propia divinidad y su naturaleza artificial plagada de prótesis. Pero claro, esta gran exaltación del yo, posiciona al individuo en una mera egoidad, sin sabor, sonido o luz alguna.
Toda virtud es desterrada, todo honor, olvidado, toda trascendencia, enterrada, todo intento de camino a la belleza, mutilado y solo queda lo que es materia.
Esta subversión luciferina de la que hablamos ha sido posible por la decadencia y degradación, y estas fueron posibles por el olvido del elemento más sagrado y referencial que tiene la cosmovisión tradicional, el espíritu.
Volviendo a la aclaración que nos atañe, el tradicionalismo perennialista busca el origen de este problema que afecta a toda la humanidad, y lo desvía del camino verdadero a un camino artificial. Plagado de prótesis mediante los avances tecnológicos y el desvarío total de la mente. Esto genera una sobre exaltación de la misma, conduciéndola a las más oscuras locuras. Las cuales en los tiempos actuales de deconstrucción se ven en demasía, y se intentan normalizar como el ejemplo a seguir.
El tradicionalismo perennialista sería una especie de “remedio” a tal enfermedad del ser. Tratando de buscar las perlas olvidadas, observando en la piedra roseta de los elementos universales y centrales de las religiones tradicionales, tanto de oriente como de occidente.
Creemos que quedo aclarado el concepto de tradicionalismo el cual consideramos fundamental para poder hablar correctamente de los que nos atañe en este momento; el arte actual.
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DEGRADACIÓN DEL ARTE
El posmodernismo es la era del hombre decadente, cegado a toda visión superior a él, del hombre que solo quiere ser feliz. La era del paria, el hombre que vive en aflicción, en sufrimiento constante. Nunca nada podrá satisfacer el hambre voraz generada por dar la espalda a lo supremo. Sin ojos en la oscuridad dando vueltas constantes en el mismo sitio, perdidos en pensamientos ilusorios.
Tomando una idea de la tradición hinduista, el hombre moderno vive de espalda al Darhma. Este hombre solo puede dar frutos estériles o prematuros, y claro, el arte es afectado ya que lo que debería ser una conexión fluida y limpia se transforma en un basurero del YO, entonces el arte deja de cumplir su función primordial.
Recordemos, es el tiempo del Paria. El hombre en aflicción, por ende el hombre incapaz de contemplación. Este no puede ser artista, si puede ser un magnífico artesano, pero no un artista. Un ser solamente dotado de una autoexpresión grandilocuente del yo, puede ser un mero esteticista.
El esteticista de la posmodernidad tiene como lema: “si siento es que hago algo magnífico”. Esto ya lo satisface, solo vuela en las profundidades de las emociones descontroladas, sin brújula alguna, saturado de susurros potentes del yo demonológico. Claro que lo que describimos no puede nunca llevar a buen puerto. Aquí se nos presenta un problema con respecto a la decadencia del arte actual y es que las artes no fueron producidas para el deleite de los sentidos. La estética y la innovación no pueden ser NUNCA los fines del arte.
Actualmente, ha sucedido el mayor desastre de la humanidad el cual es la semilla de todo comportamiento irracional y destructivo en el hombre, y es el haberse apartado de lo que está más allá de lo físico o fenomenológico. Por encima de la realidad material existe otra realidad metafísicamente superior, es un mundo no físico en el cual los sentidos son impotentes y son nuestro espíritu e intelecto los encargados de aprender para luego decantar en la otra realidad material lo encontrado allí.
Es de esta realidad metafísicamente superior de la cual emana un conjunto universal de verdades y valores comunes a todos los hombres de todos los tiempos que existieron y existirán. Estos valores forman un eje axial y referencial. La belleza absoluta es uno de esos principios con los que el hombre antiguo sabía de excelsa manera conectar, pues ese puente entre realidades estaba limpio. Hoy en día se encuentra perdido en la noche de los tiempos.
Nuestra incapacidad de captar la belleza objetiva es el resultado de ese egoísmo, de este carácter luciferino que divide y ciega en soberbia al humano posmoderno. Olvidar lo trascendente como la verdad, la belleza y la bondad para solo fines personales o antagónicos a las ideas elevadoras es lo que siembra la gran decadencia.
Volviendo a tomar una idea de la tradición hindú, esta nos sitúa perfectamente en la era del Kaliyuga, (la edad oscura), era que estamos transitando con unas características muy notables y acordes a la misma.
VISION POSMODERNA DEL ARTE
-¡El arte es producto de la voluntad!- , grita el hombre posmoderno. Este hombre luciferino totalmente contaminado de materialismo, la sola idea de una belleza absoluta le resulta repugnante y falaz. Entonces vuelve a gritar su segundo gran lema -¡La belleza es totalmente subjetiva, no puede existir objetividad alguna! ¡Cada ser decide libremente que le parece bello y que no!-
El hombre posmoderno solamente con su sensiblera opinión convierte instantáneamente cualquier objeto en arte, por eso en la actualidad el arte es cualquier cosa que uno diga que es arte.
Esta abrupta ruptura del puente que une lo material con lo espiritual genera la inexistencia total del simbolismo adecuado, el arte moderno no tiene ninguna correspondencia con principios espirituales algunos. Solamente obedece a ideas individuales que nunca se dirigen a un plano superior, sino a la egoidad del falso artista posmoderno. El arte posmoderno existe a base de metáforas inventadas, no de símbolos, por eso el artista conceptual tiene que explicar su obra para que alguien la entienda, y muchas de estas obras, si es que se las puede denominar de esa manera, si se las cambiara de sitio, se las sacara de los recintos correspondientes como galerías, museos, etc. y se las colocará en la calle, serían interpretadas como desperdicio o basura por cualquier transeúnte o como mínimo como objetos (que es lo que son), pero nunca como una pieza de arte. Esta necesidad del falso artista de tener que explicar la obra y que no se vea a simple vista, es porque esta no apunta a nada fuera de él, no hay ni la mínima pizca de una visión universal ni trascendental. Le grita al mundo desde el centro de su yo, es el mensaje de lo que él siente, o lo que él sabe que está de moda o simplemente como una elección azarosa de un objeto.
Podemos encontrar aquí el esqueleto del arte moderno. El cual es entonces la experiencia subjetiva del artista, nunca de la experiencia universal del hombre
Hay niveles de degradación en el arte posmoderno, tenemos el ejemplo de presentar una maravillosa pieza realista de excelente manejo pictórico y otra es simplemente tomar objetos como cuerdas o cadenas y colgarlas del techo en un museo. También podemos encontrar el factor escatológico y tristemente reaccionario de colocar fluidos corporales o quien sabe qué capricho particular que se geste en la mente del artista posmoderno. Ni hablar del momento álgido del performance, palabra que se suma a la lista de palabras degradadas por el posmodernismo, ya que no es común ver performances en galerías o museos que apunten a aspectos trascendentales del humano, sino todo lo contrario, una mala imagen de una mala copia de un humano decadente, perdido y degradado. Performances que muestren cualquier tipo de decadencia estética e intelectual.
La lista es enorme, todas estas manifestaciones tienen algo en común y es que todos nacen de la egoidad, no hay ningún intento mínimo de sumergirse en el océano divino de las realidades metafísicamente superiores. Podemos destacar que es más difícil para muchos catalogar de falso arte una pieza maravillosamente elaborada que un objeto comprado en un mercado y llevado al museo, pero como hemos mencionado el arte es mayor que el capricho del artista y la belleza es un camino no el fin del arte. Si estas piezas que nos generan maravilla por su maestría y técnica no operan en nosotros y tienen una profundidad mayor que la belleza han fallado como obras de arte.
Debemos decir que el artista posmoderno si tiene la capacidad de crear arte, pero no lo hace, elige el camino contrario, la oposición a lo divino. Entonces transforma a las piezas en una corrupción del arte una versión inferior, degradada y mutilada de lo que habría sido.
VISIÓN TRADICIONAL DEL ARTE
En oposición total la visión tradicionalista entiende que el arte es una virtud intelectual no física, es por su belleza por lo que nos atrae una obra, pero su belleza es evidentemente un medio para un fin y NUNCA en sí misma el fin del arte. El artista de la antigüedad nunca necesito explicar sus piezas, pues simbólicamente contenían la belleza la verdad y la bondad y estas eran claramente evidentes para todos los que la experimentaban. Por ende el arte cumplía su función.
El arte es un receptáculo de los símbolos primigenios, y son estos que hacen universal el lenguaje del mismo. Pero cuando este existe solo para deleitar un hedonismo visual o sonoro, el arte baja a nivel de adorno, pues ha ignorado su significado. El arte debe servir, debe tener su esencia operativa y no solamente para un goce perceptual. Debe operar en el espectador, estimular el intelecto no solo los sentidos.
Es inconcebible siendo un individuo racional contemplar la idea de inventar nuevos principios espirituales o nuevos símbolos. Esta amnesia hace que el hombre posmoderno considere que se pueden inventar nuevas ideas y que le pertenecen. Las ideas son dones del espíritu, las ideas no se crean, se encuentran y nunca deben confundirse con talentos. No existe una autoexpresión del artista o egoeidad, todo lo contrario, este artista debe tener la capacidad de crear artefactos que provean las necesidades físicas y espirituales del hombre, que en estos tiempos sean medicinales y formen esa conexión con lo supremo. En otras palabras todo observador de una pieza percibe en ella la verdad, la bondad y la belleza, lo que lo eleva, de lo contrario no es arte. Recordemos aquí que estamos hablando de aspectos metafísicos, y que el observar una pieza no solo se limita a la visión ocular del espectador, sino que se entienden aspectos de la supra conciencia, del intelecto y del espíritu. Evidentemente, se exige del artista que sea a la vez un ser contemplativo y un hábil trabajador. La contemplación implica elevar nuestro modo de referencia de lo inmanente a lo trascendente, de lo horizontal a lo vertical. Es tarea del arte hacer visible lo invisible, audible lo inaudible, sumergirse en el océano de la verdad esencial para decantarla en la materia. El arte no es del artista, sino que el artista es solamente un medio, un pontificador entre lo que le es revelado por medios espirituales, para luego poder reproducirlo mediante medios físicos.
El artista no crea, simplemente imita, dándole forma a lo que le es revelado en el plano invisible.
CONCLUSIÓN
LA RUEDA SIN CENTRO SE DESTRUYE
Consideramos que luego de todo lo dicho generar una instancia de pautas, pues podría ser visto por los ojos nuevos en la visión tradicional como un panorama apocalíptico, en lo cual hay cierta verdad. Pero también recordemos que en la noche más oscura una simple llama de una vela ilumina enormemente y se puede divisar desde lejanas distancias.
¿Cómo podemos nosotros en este Kaliyuga con todos sus síntomas característicos de locura, neurosis extrema, depresión y degradación posicionarnos para generar una resistencia adecuada. Para poder llegar a esa paz interior la cual nos permita discernir qué cosas que nos rodean tiene su flujo Darhmico y que va en contra?.
Todo comienza con la búsqueda, búsqueda tan propia de tantos mitos y leyendas de todos los tiempos. En esta búsqueda sucede un proceso iniciático el que luego dará paso a una liberación. Recordemos, nosotros nacemos y nuestro primer estadio primordial es de inocencia y pureza, luego pasamos al estadio de la realidad y en esta la confrontación con la misma, para poder sobrevivir a la realidad la egoidad crece, aumenta su volumen en nosotros. El siguiente estadio debe ser construido, y el cemento para generar sus cimientos es poder hacerse preguntas fundamentales que operen en nosotros mismos.
¿Simplemente voy a pasar por esta vida?
¿Solo seré un paria, fluctuado de un lado a otro en un océano de inconciencia?
¿Seré un esclavo de mí mismo y de las circunstancias, encarcelado en modas, pensamientos y sentimientos?
El tipo humano paria de estos tiempos no tiene un camino para poder salir de su estado a menos que trabaje en someterse a sí mismo a una disciplina de transformación interior. Visualicemos esta serie de disciplinas como una escalera que constituye el camino para formar o mejor dicho conectar con este eje vertical, que eleve a ese hombre y lo saque de ese estado de duhka. Si no existe esta escalera en la cual el individuo pueda ir ascendiendo de escalón en escalón, según depure etapas y construya una nueva visión, este será balanceado de un extremo a otro por la inercia samsárica de su propia individualidad y esta misma por la inercia samsárica de la posmodernidad en un vaivén nihilista de total aflicción y separado de la verdad común de las cosas, por ende separado de su propia naturaleza.
Para poder construir esta escalera es necesario trabajar las diferentes disciplinas. Forjada esta escalera el individuo comienza ese camino antitético al paria posmoderno, con cada paso que uno da en esta escalera, y con cada escalón la visión comienza a expandirse y se reconecta, se vuelve a estar en armonía con la naturaleza.
Podemos decir que se genera una división en el humano de los tiempos del Kaliyuga, el que se encuentra en constante estado de avidya, ignorancia, inconciencia. Y otro tipo humano que se da cuenta de su carencia, entonces se sumerge en lo más profundo del estado de duhka. Él no descansa, por no poder estar en su centro, entonces para elevarse de las profundidades comienza la búsqueda que le dará paso a la iniciación, esta hará que pueda subir más rápido a la superficie y así poder respirar la liberación.
Sin la existencia de Sadhana, sin la disciplina espiritual necesaria para poder formarse, no se puede conseguir la maestría para esculpirse y ser un señor de sí mismo y alcanzar un principio de presencia y jerarquía interior. Este camino solo se puede conseguir y seguir con Ascesis constante. Sin abandonarlo, es un trabajo diario y no una superficialidad como quiere hacer verlo la posmodernidad, con sus “cursos para la iluminación “. Recordemos que en estos tiempos oscuros todo aspecto que tenga que ver con el espíritu también fue sepultado, en los tiempos del kaliyuga las ilusiones abundan y hoy más que nunca hay demasiados vendedores en el templo.
Esto implica ser una persona que ha trabajado el discernimiento, instrumento indispensable para forjar ese ser con señorío de sí mismo del que estamos hablando. Es este discernimiento el que permitirá dilucidar lo verdadero de lo falso, lo oscuro de lo iluminado, lo enfermo de lo sano, más hoy en día, cuando todo está dado vuelta y a las cosas se les llama de manera contraria. Con este discernimiento veremos a los vendedores en el templo y su falso mensaje, pero también podremos escuchar el canto de las aves, el cual será el mensaje verdadero.
CADA UNO HACE SU PARTE
La pauta fundamental luego de tener el conocimiento de lo que sucede con el arte y como este es degradado y arrojado a un aspecto vergonzoso y materialista, es la de elegir una posición en el asunto. Cuando el individuo está limpio de decadencia, tiene el conocimiento de que es lo verdadero y que no. Pues este trabajó en el discernimiento interior para así poder dialogar con su entorno, está preparado para tomar cartas en el asunto.
No se puede tomar una posición sumisa, pasiva, silenciosa, cuando uno ya sabe que es lo que apunta a lo supremo en el humano y que lo quiere rebajar a los estados más inferiores. Aquí no incitamos a que todo ser deba generar una crítica artística ni mucho menos. Cada uno tiene su energía para esta guerra espiritual, algunos son soldados, otros cultivan, otros ayudan con las tareas de construcción, otros aconsejan, otros cuidan de lo dañado, etc. Cada uno tiene su camino, pero algo si es claro, si no hay reacción será cómplice de la decadencia.
El primer paso para este accionar contra el estado de degradación en el arte es llamar las cosas por su nombre.
Actuar es accionar, al enfrentarnos a situaciones que vemos en museos como un vaso colocado sobre una mesa, una remera quemada, cuerdas pegadas al techo, alguien desnudo y gritando, nada de estas cosas o “performances” es arte, y deben ser señalados como lo que son, NADA. Debe ser ignorado, saliendo del recinto donde se ejerce tal atrocidad. Pero de ningún modo alimentar la parafernalia, la maquinaria decadente que destruye el concepto verdadero de arte y lo que es más importante, su carácter sanador en el humano, por ende alimentar la decadencia en estos tiempos. Hay que eliminar esa atracción morbosa, eliminar el seguir a la masa, sabiendo que la masa se ha convertido en una arcilla sin forma y putrefacta completamente ciega que idolatra falsedades.
Sea el eterno Auriga, tome las riendas del carro, controle a los caballos, pues estos van al acantilado.
El segundo paso es mirar con desprecio profundo haciendo una impugnación a la posmodernidad y su arte degradado. Y apoyar a todos aquellos movimientos, personas, instituciones, artistas, artesanos, galeristas, museos, músicos, bailarines, creadores y todo ser, que conforman la resistencia y que dicen NO. No a la locura, no al sinsentido, no a la decadencia, no a la destrucción, no al caos y eligen confrontar al leviatán de la posmodernidad y su sobredosis de decadencia. En su ser desean restaurar el Dharma, quieren vivir en armonía con la naturaleza, con el cosmos. En sí mismos algo resuena, algo que dice que las cosas no están bien, y que cultivan dentro de sí las disciplinas necesarias para ser señores de sí mismos. Más que nunca en los tiempos oscuros donde todos son llevados como cuerpos sin voluntad, en los tiempos del paria la sociedad necesita Aristoi, y entender lo divino que hay en el humano trascendiendo toda dualidad.